viernes, 21 de septiembre de 2018

Las paradojas políticas ...




La “paradoja de la austeridad” de Keynes define que, si en una recesión todos los habitantes tratan de ahorrar más, la demanda agregada caerá y el ahorro total de la población será más bajo.
Parece claro que un mayor ahorro supone un menor consumo, provocando caídas en la producción y por consiguiente un menor crecimiento económico.
Se trata de una paradoja porque parece en contra del sentido común, pues en repetidas ocasiones nos dicen que, durante una crisis, se debe de ahorrar más para estar preparados ante la posibilidad de que nos quedemos en paro.
Algo similar ocurre con la paradoja de Epicuro sobre el problema del mal, con un razonamiento lógico:
Si una deidad omnipotente, omnisciente y benevolente existe, entonces el mal no existe.
Hay maldad en el mundo.
Por lo tanto, una deidad omnipotente, omnisciente y benevolente no existe.
De algún modo podríamos argumentar que si existe el mal de la austeridad es porque no existe una deidad omnipotente.
Con Mariano Rajoy se pudo comprobar. ¿Recuerdan aquello de que “cuando yo gobierne bajará el paro”? Porque la austeridad significó hundir definitivamente a los ciudadanos. La recuperación económica que nos vendieron es únicamente para las grandes empresas … confirmando la paradoja de Keynes.
Y ahora Pedro Sánchez ha prometido de todo, impuestos para la banca, listas de defraudadores, acabar con los enchufes en política (no para su mujer), el fin de los decretazos y de los aforamientos y no negociar con los independentistas … confirmando la paradoja de Epicuro.
El mal existe, y muchas cosas se hacen mal. Y no hay deidad gubernamental que lo arregle. Este Gobierno Socialista en minoría comenzó depurando ministros para dar ejemplo de honestidad … pero cuando hablamos de Pedro Sánchez hay que recordar la frase atribuida al Quijote de Cervantes: “cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras”

Mark de Zabaleta

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