La
“paradoja de la austeridad” de Keynes define que, si en una
recesión todos los habitantes tratan de ahorrar más, la demanda agregada caerá
y el ahorro total de la población será más bajo.
Parece claro que un mayor
ahorro supone un menor consumo, provocando caídas en la producción y por
consiguiente un menor crecimiento económico.
Se trata de una paradoja
porque parece en contra del sentido común, pues en repetidas ocasiones nos
dicen que, durante una crisis, se debe de ahorrar más para estar preparados
ante la posibilidad de que nos quedemos en paro.
Algo similar ocurre con la paradoja de Epicuro sobre el problema
del mal, con un razonamiento lógico:
Si una deidad
omnipotente, omnisciente y benevolente existe, entonces el mal no existe.
Hay maldad en el mundo.
Por lo tanto, una deidad
omnipotente, omnisciente y benevolente no existe.
De
algún modo podríamos argumentar que si existe el mal de la austeridad es porque
no existe una deidad omnipotente.
Con Mariano Rajoy se pudo
comprobar. ¿Recuerdan aquello de que “cuando yo gobierne bajará el paro”?
Porque la austeridad significó hundir definitivamente a los ciudadanos. La recuperación
económica que nos vendieron es únicamente para las grandes empresas … confirmando
la paradoja de Keynes.
Y ahora Pedro Sánchez
ha prometido de todo, impuestos para la banca, listas de defraudadores, acabar
con los enchufes en política (no para su mujer), el fin de los decretazos y de
los aforamientos y no negociar con los independentistas … confirmando la paradoja de
Epicuro.
El mal existe, y muchas
cosas se hacen mal. Y no hay deidad gubernamental que lo arregle. Este Gobierno
Socialista en minoría comenzó depurando ministros para dar ejemplo de
honestidad … pero cuando hablamos de Pedro Sánchez hay que recordar la frase
atribuida al Quijote de Cervantes: “cosas
veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras”
Mark
de Zabaleta
No hay comentarios:
Publicar un comentario