Ciertamente no es obvio que Pedro Sánchez pueda gobernar con tranquilidad para enderezar los
fallos del PP, pero lo que queda claro es que es imposible que lo pueda hacer
peor que Mariano Rajoy.
Mariano
ha endeudado el país hasta cifras históricas (supera el 100%
del PIB y el billón de Euros), se ha cargado la hucha de las pensiones y,
evidentemente, no ha conseguido terminar con el paro en España.
Es cierto que el paro bajó desde el 24,9% hasta el
16,74% durante el Gobierno de Rajoy. Durante el peor momento de la crisis, casi
se llegó incluso al 27%. A partir de entonces, el paro ha caído en más de 10
puntos porcentuales impulsado por la mejora general de la economía y, en los
últimos trimestres, por el fuerte aumento de la actividad turística en España.
Una parte considerable de los puestos de trabajo creados en estos años han sido
precarios, a través de contratos temporales (se firmaron 21,5 millones en 2017)
con una muy baja remuneración. Somos el
segundo país con más paro de Europa después de Grecia …
Los gobernantes del PP suelen presentarse siempre como
grandes defensores de las empresas y del funcionamiento más eficaz posible de
la economía, pero hay muchas pruebas que demuestran lo contrario. Son las
políticas económicas que aplican las que destruyen tanto las empresas como el
empleo, y lo hacen constantemente buscando defender a los bancos y al IBEX 35.
Que se lo digan a los trabajadores temporales que no llegan a mileuristas.
Y
lo de las pensiones clama al cielo. Muchos españoles han
salido a la calle para protestar por la precariedad de las pensiones y el muy
incierto futuro del sistema.
En
mayo de 1949, Monthly Review publicó (en Nueva York) un artículo de Albert
Einstein titulado ¿Por qué el socialismo?, y en él decía:
“La
anarquía económica de la sociedad capitalista tal como existe hoy es, en mi
opinión, la verdadera fuente del mal. (...) El capital privado tiende a
concentrarse en pocas manos, en parte debido a la competencia entre los
capitalistas, y en parte porque el desarrollo tecnológico y el aumento de la
división del trabajo animan la formación de unidades de producción más grandes
a expensas de las más pequeñas. El resultado de este proceso es una oligarquía del capital privado cuyo
enorme poder no se puede controlar con eficacia incluso en una sociedad
organizada políticamente de forma democrática. Esto es así porque los miembros
de los cuerpos legislativos son seleccionados por los partidos políticos,
financiados en gran parte o influidos de otra manera por los capitalistas
privados quienes, para todos los propósitos prácticos, separan al electorado de
la legislatura. La consecuencia es que
los representantes del pueblo de hecho no protegen suficientemente los
intereses de los grupos no privilegiados de la población. (...)”
Mark
de Zabaleta
No hay comentarios:
Publicar un comentario