El pago con tarjeta ha ido poco a poco
estableciéndose como algo habitual. Y muchas veces, “tirar de la tarjeta” ha
permitido cuadrar muchos finales de mes.
Pero la tecnología evoluciona y ya han aparecido las
criptomonedas (dinero virtual) y las redes de blockchain (registro de las
operaciones efectuadas… como un notario virtual), además de todo tipo de
sistemas para pagos vía app, el famoso bizum etc. con el móvil como “antigua
chequera del banco”…
Y los bancos han visto el negocio. En un entorno de
tipos de interés a “0” o negativos, hay que seguir ganando (mucho) dinero, y la
clave está en reducir costes y aumentar comisiones.
Usted ya puede pagar los recibos desde su cajero,
que puede leer el código de barras de lo que tiene que pagar y se lo pasan
directamente a su cuenta. Incluso ya anuncian que también desparecerán estos
cajeros (en los que hay que gastar para su mantenimiento operativo), como en su
día cerraron muchas oficinas, para pagarlo todo desde un móvil.
Y las pocas oficinas que quedan en España irán
cerrando, dejando muchos empleados en la calle para incrementar beneficios en
las S.A. (Sin Alma) bancarias…
Al final, acabamos metidos en el Euro, que lo
encareció absolutamente todo, y llegaremos a un imaginario euro que nos
controlará absolutamente todo (cuanto cobramos, cuanto gastamos, dónde hemos
estado, nuestras aficiones etc.)
En teoría se trata de “proteger” al ciudadano
evitando el uso de dinero físico, y de paso se protege a las Entidades
Financieras que crean todo este entramado virtual…
Pero ¿es realmente positivo todo esto? ¿Nos protegen
o nos controlan? ¿Llegaremos a pagarlo todo con un móvil?¿Será seguro?
Ya saben aquello de “hecha la ley, hecha la trampa”,
y es obvio que esto es aplicable a ese “idílico” mundo virtual. El único problema
es que, ante una estafa virtual, ya no podrán ir a quejarse a una oficina,
tendrán que llamar con su móvil a una tele operadora virtual que les indicará
aquello de “si se trata de Bitcoin
pulse 1, si se trata de Rippel pulse
2, si se trata de Ethereum pulse 3”…
Groucho
Marx lo tenía claro: “Claro que lo entiendo. Incluso un
niño de cuatro años podría entenderlo. ¡Que me
traigan un niño de cuatro años”
Mark de Zabaleta
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